La levedad del ser....
- Jaime Alee
- 31 jul
- 2 Min. de lectura
Darwin tenía razón: Evolucionar o morir en la era de la IA

Siempre lo pensé. La IA es una fuerza de la naturaleza, solo hay dos alternativas, abrazarlas o morir. No hay lucha posible. Ya más viejo, debo aceptar que para poder avanzar, hay que abrazar. Abrazar es todo. Abrazar es aceptar y ser humilde.
Confesiones de un blogger en terapia de rehabilitación digital"
Queridos lectores, permítanme contarles sobre mi épica caída en el lado oscuro de la tecnología. Seis horas. SIE-IS HO-RAS de mi vida que jamás recuperaré, pero que me convirtieron oficialmente en un cyborg-blogger.
¿Por qué seis horas para mi metamorfosis digital? Porque resulta que volverse un maestro Jedi de la IA no es como pedirle a Google "¿cómo hago un blog bonito?" No, señores. La primera vez es como aprender a manejar un Transformer: o lo haces en serio o terminas estrellado contra una pared.
Mi misión: crear algo simple, compacto, visualmente sexy y usando la IA "hasta que duela". Porque como dice el dicho moderno: "Menos blablablá, más pew-pew visual".
Arranqué como todo buen converso digital: definiendo objetivos, KPIs, métricas y toda esa jerga corporativa que me hace sentir importante. Le ordené a mi nueva overlord artificial que explorara TODO el conocimiento universal. 30 minutos después (mientras yo tomaba café y cuestionaba mis decisiones de vida), me entregó un documento de 40 páginas. ¡Cuarenta! Era como pedirle una ensalada y que te traigan un banquete romano.
Pero no conforme con esa demostración de poder, seguí torturando a la IA: "Dame KPIs", "agrega referencias", "hazlo más bonito". Pregunta tras pregunta, como un niño insoportable en un viaje largo, hasta que el documento creció a más de 300 referencias. Dos horas de mi vida convertidas en una biblioteca digital.
Luego vino el plot twist: "Oye IA, ¿podrías convertir esto en una página web interactiva?" Y ahí fue donde la cosa se puso seria. El sistema desarrolló 400 líneas de código HTML como si fuera Mozart componiendo una sinfonía. Yo ahí parado, viendo cómo mi nueva asistente digital me hacía ver como un dinosaurio.
¿Podría haberlo hecho al estilo "vintage" como en los viejos tiempos? Claro, en una semana mínimo, con tres crisis nerviosas incluidas y probablemente llorando sobre el teclado. Pero esa es precisamente la magia negra de la IA: te convierte en Superman, pero digital.
Tuve que aprender (con mi sensei artificial) cómo integrar HTML, crear páginas autosuficientes con APIs y hacer magia interactiva. Básicamente, la IA se convirtió en mi profesor personal de "Cómo no ser un fósil tecnológico 101".
Así que aquí tienen: mi primer hijo cyborg, nacido de la unión sagrada entre mi cerebro analógico y la potencia digital de la IA. Espero que disfruten este frankenstein tecnológico y comprendan por qué esta tormenta digital va a arrasar con todo a su paso.
Spoiler alert: Ya no hay vuelta atrás. Welcome to the matrix, baby. 🤖
Muy bien Jaime y bienvenida a la nueva era de la verdad artificial.
Andres